Whisky coleccionable: inversión inteligente y cultura líquida en botella

16 de abril de 2025

Whisky coleccionable: inversión inteligente y cultura líquida en botella
whisky

Introducción

En el mundo del coleccionismo, algunas pasiones trascienden el simple gusto: se transforman en inversiones, en piezas de historia líquida, en testigos silenciosos del tiempo, cultura y maestría. El whisky coleccionable es uno de esos fenómenos. No se trata solamente de beberlas. De hecho, muchos ni siquiera las abren, sino de custodiar en una botella el paso del tiempo, la tradición de una destilería o la rareza de una edición limitada.

En mi caso, empecé a involucrarme un poco en este mercado, pero no fue hasta que obtuve una botella de Ardbeg Fermutation, que le presté aun más importancia. Fermutation es un experimento fermentado por 3 semanas (algo insólito en la industria), embotellado en edición limitada y con una historia detrás que parecía escrita para volverse leyenda. Esa botella, más allá del líquido que contenía, me abrió la puerta a un mundo paralelo. Un mundo donde las inversiones también pueden ser obras de arte. Eventualmente, vendí esa botella con algo de ganancia y reinvertí en cartas de Murakami. Pero esa es otra historia… (y si te interesa, te la cuento aquí).

En este artículo, vamos a explorar por qué el whisky se ha convertido en una pieza de colección tan codiciada, cuáles son los números detrás de este mercado en alza, y qué lo diferencia de otros activos alternativos como cartas coleccionables, arte o incluso criptomonedas.

¿Por qué el whisky es coleccionable?

Lo que hace coleccionable a una botella de whisky no es solo lo que contiene, sino todo lo que representa. En este mundo, el contenido importa —por supuesto—, pero el contexto es rey.

Algunas botellas nacen con un destino especial: ediciones limitadas, embotellados únicos de una sola barrica, colaboraciones con artistas, destilerías legendarias que ya no existen. Otras ganan valor con el tiempo por lo que ocurre fuera de la botella: cierres de producción, cambios de dueño, reconocimientos internacionales o simplemente porque el mercado descubre, de pronto, que hay una joya escondida.

Un detalle muchas veces ignorado por los recién llegados, pero muy relevante en el mundo del coleccionismo, es la barrica. Cada whisky envejece en barricas que han contenido otros líquidos antes —y ahí es donde la magia ocurre. Funciona casi como una bolsa de té: los sedimentos y aceites de lo que antes estuvo allí (sherry, bourbon, vino tinto, o incluso tequila) le transfieren notas únicas al destilado. Algunas barricas, como las de ex-sherry oloroso, pueden disparar el valor de una botella si se combinan con una buena añada y una destilería prestigiosa.

Además, el whisky tiene una particularidad fascinante: una vez embotellado, no sigue envejeciendo. Eso significa que una botella de 30 años seguirá siendo de 30 años, incluso si pasan 50 desde su embotellado. Y cada vez que alguien la descorcha, hay una menos en circulación. Esa escasez natural alimenta un mercado que, en muchos casos, es tan intenso como el del arte o los relojes de lujo.

Es por eso que algunos lotes de Macallan, Ardbeg o Yamazaki alcanzan precios que superan los cinco o seis dígitos en subastas internacionales. Y, aunque no todos llegan a esos niveles, existen botellas más accesibles con potencial de apreciación a mediano o largo plazo.

¿Por qué invertir (y no beber) un whisky coleccionable?

Guardar un whisky va más allá del acto de acumular botellas. Para muchos, se trata de una combinación de pasión, estrategia y visión a largo plazo. A diferencia de otros bienes de lujo o coleccionables, el whisky tiene una dualidad especial: es, a la vez, un bien consumible y un activo de inversión. Esta naturaleza efímera —el hecho de que una vez abierto o bebido desaparece para siempre— es justamente lo que contribuye a su escasez futura y, por ende, a su valorización.

Aquí tienes algunas razones clave por las que las personas guardan whisky:

¿Vale la pena coleccionar whisky si no bebes?

Una curiosidad fascinante del mercado de whisky es que una proporción creciente de coleccionistas… ¡ni siquiera bebe!

Inversionistas, especuladores e incluso entusiastas del lujo ven en el whisky una forma alternativa de diversificar su portafolio. Para ellos, no se trata del sabor sino del valor.

Datos duros del mercado del whisky de colección

Hablar de whisky como inversión ya no es una rareza. En los últimos años, las botellas más codiciadas han demostrado rendimientos que rivalizan —y en algunos casos superan— a activos tradicionales como acciones o bienes raíces. Veamos algunos datos que no dejan espacio a dudas:

Pero los datos son solo una parte de la historia. Detrás de cada botella valiosa hay una destilería con identidad, legado y visión. Algunas llevan siglos perfeccionando su arte; otras, han sabido capitalizar el momento con propuestas únicas.

Destilerías destacadas: nombres que marcan tendencia

whiskies coleccionables

En el mundo del whisky coleccionable, no todas las destilerías son iguales. Algunas tienen décadas (incluso siglos) de tradición, mientras otras han sabido construir una narrativa poderosa en torno a ediciones limitadas, colaboraciones o experimentación con barricas.

Estas son algunas de las casas más influyentes en el mercado actual:

Ardbeg (Escocia)

Ubicada en Islay, esta destilería es sinónimo de ahumado extremo y perfiles intensos.

Ardbeg no solo se ha ganado el cariño de los amantes del peat, sino también el respeto de coleccionistas por sus lanzamientos únicos para miembros del “Comittee”, su grupo que a través de una suscripción anual, pueden recibir oportunidades de nuevos productos antes del lanzamiento general, botellas únicas para la membresia y hasta visitas guiadas a sus instalaciones.

Botellas destacadas:

Y si Ardbeg reina en el mundo del ahumado, hay otras que dominan en el sherry, la elegancia o incluso la innovación global.

The Macallan (Escocia)

Probablemente la marca de whisky más coleccionada del mundo. Conocida por su enfoque en barricas de jerez y su fuerte presencia en el mercado del lujo.

Botellas destacadas:

GlenDronach (Escocia)

Una destilería con una fuerte identidad ligada al uso de barricas de jerez, especialmente Oloroso y Pedro Ximénez. Si bien no tiene el mismo perfil mediático que Macallan, GlenDronach ha ganado prestigio entre conocedores por su calidad constante y su apego a métodos tradicionales.

Botellas destacadas:

Yamazaki (Japón)

La primera destilería de whisky en Japón, propiedad de Suntory. Ha ganado prestigio internacional por su meticuloso trabajo y enfoque en calidad y barricas exóticas.

Botellas destacadas:

Hibiki (Japón)

También parte del portafolio de Suntory, es un blend que ha sabido posicionarse como símbolo del equilibrio japonés. Su diseño de botella y notas suaves lo hacen atractivo tanto para consumo como para inversión y coleccionismo.

Botellas destacadas:

Amrut (India)

Aunque India es uno de los mayores consumidores de whisky a nivel mundial, pocas marcas locales han roto la barrera del reconocimiento internacional… hasta Amrut.

Fundada en 1948 para la producción de distintos licores extranjeros para consumo local, esta destilería comenzó a llamar la atención global con el lanzamiento de Amrut Fusion en 2009 y ediciones especiales que combinan técnicas indias con inspiración escocesa. Su clima cálido acelera el proceso de maduración, produciendo perfiles intensos en menos años.

Botellas destacadas:

Experiencias personales: entre la curiosidad y la inversión

Mi incursión en el mundo del whisky coleccionable es bastante reciente. No soy un gran bebedor —salvo en ocasiones especiales—, pero poco a poco he ido desarrollando un profundo respeto por todo lo que rodea a esta bebida. Aprender a identificar aromas, sabores, tonalidades; a escuchar la historia detrás de cada destilería y cada botella. No se trata simplemente de beber, sino de percibir, conectar, entender. Es una práctica que mezcla la intuición con la cultura, y que se disfruta tanto con el paladar como con la mente.

En 2023 descubrí Baxus, un proyecto que busca revolucionar el coleccionismo de bebidas espirituosas a través de la tokenización, garantizando autenticidad (incluso a nivel molecular) y permitiendo el comercio global de botellas almacenadas profesionalmente, con tarifas bajas y gran flexibilidad para revender, almacenar o reclamar tu botella.

Mi primera compra fue un Glengoyne 21 años, con etiqueta anterior a 2020. No es una rareza, pero sí una joya para el paladar. Era mi forma de empezar por algo de valor seguro, más apreciado por su perfil sensorial que por su exclusividad.

Luego, me animé con un Cragganmore 1989 de 21 años, una destilería más de nicho en comparación con nombres como Ardbeg o GlenDronach. Esta botella en particular me cautivó por su color claro y su edición limitada: apenas unas 6,000 unidades, todas numeradas. Ahí fue donde empecé a sentir que ya jugaba en ligas más altas del coleccionismo.

Pero fue con Ardbeg donde la cosa se puso seria. Compré una Fermutation y una Perpetuum Distillery Release, ambas ediciones lanzadas exclusivamente para el Committee. Descubrí que, gracias a Baxus, había adquirido la Perpetuum por apenas $160 —una botella que no baja de los $800 en el mercado secundario—. Fue, sin duda, uno de mis mayores logros hasta ahora, aunque el mercado es volátil y complejo. Logré vender la Fermutation, pero aún conservo la Perpetuum como un pequeño trofeo.

Y finalmente, una compra especial, reservada para un momento único: Angel’s Envy Private Selection (2023), lanzada exclusivamente para los asistentes del Bourbon Fest en Kentucky. A diferencia de los whiskies escoceses o japoneses, el bourbon tiene sus propias reglas, su identidad única. Podrían considerarse primos cercanos, pero esa… es una historia para otro post.

Reflexión final

Explorar el mundo del whisky coleccionable ha sido, para mí, una mezcla de intuición, paciencia y aprendizaje constante. No soy un experto, ni un gran bebedor, pero sí alguien que ha aprendido a apreciar lo que hay detrás de cada etiqueta: historia, cultura, pasión y también oportunidad.

Aún hay territorios por descubrir. El bourbon, por ejemplo, sigue siendo un mundo que observo con respeto y curiosidad, pero del que todavía no me atrevo a hablar a fondo. Me faltan más experiencias, más catas, más Elijah Craig y Blanton’s en la copa. Pero eso también es lo hermoso de este camino: siempre hay algo nuevo que probar, algo más que aprender.

Por ahora, cierro este recorrido sabiendo que cada botella no solo puede contar una historia, sino también abrir la puerta a muchas más. Y mientras el whisky siga envejeciendo, yo seguiré creciendo con él.

Bourbon tendrá su momento, pero aún no lo he vivido lo suficiente como para contarlo. Cuando lo haga —créeme— lo sabrás.

🥃 ¿Y tú?

¿Fue el sabor, la historia o la inversión lo que te trajo al mundo del whisky?. Comparte tu primera gran botella o esa que siempre sueñas tener. Te leo.

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