Coleccionismo en Panamá hoy: cartas, arte, nostalgia y cultura digital.
22 de abril de 2025

Introducción - El alma coleccionista del istmo
Coleccionar no es solo reunir objetos: es reunir historias. Es una forma de mirar el mundo con curiosidad, de buscar sentido en lo raro, lo bello, lo limitado, lo olvidado o lo que nos conecta con una emoción. Desde los sellos antiguos hasta un Funko Pop! de edición especial, una carta holográfica, una obra de arte latinoamericano o una botella de whisky japonés, cada colección es un mapa personal de intereses, pasiones y memoria.
En Panamá, esta pulsión por coleccionar tiene matices propios. Somos un país pequeño con alma de cruce de caminos. Nuestra historia como punto de tránsito global, la mezcla cultural que nos define y una identidad artística que poco a poco se hace más visible, han dado lugar a formas de coleccionismo que no siempre son evidentes, pero sí muy vibrantes. Hay quienes siguen el rastro de monedas de la época del Canal o billetes emitidos por bancos que ya no existen. Otros persiguen sets LEGO, cartas de Pokémon o piezas de arte contemporáneo con firma panameña.
Una de las escenas más longevas y organizadas es, sin duda, la de la filatelia y la numismática. Aunque me considero un poco ignorante en estos temas, es fácil notar su poderosa importancia: estas disciplinas no solo han sobrevivido al paso del tiempo con incluso décadas de historia, sino que han consolidado comunidades activas que trascienden generaciones. Grupos como La Asociación Numismática de Panamá - Club Cruce de Caminos y la Asociación Filatélica de Panamá se reúnen regularmente, organizan exhibiciones y mantienen viva la tradición de intercambiar y estudiar monedas históricas y sellos postales, respectivamente. En muchos casos, sus miembros son apasionados veteranos que ven en cada pieza no solo un objeto de valor, sino un fragmento tangible de la historia. Estas comunidades ofrecen también un espacio de encuentro intergeneracional, donde es común ver a coleccionistas de la tercera edad compartiendo saberes con nuevos entusiastas que se suman por curiosidad o legado familiar (Pronto publicaré un artículo dedicado exclusivamente a estas comunidades históricas que han sabido mantener vivo el coleccionismo tradicional en Panamá, con entrevistas, contexto y muchas curiosidades).
Lo más interesante de todos los tipos de coleccionismo es que no siempre se da en museos ni vitrinas privadas. Sucede en grupos de WhatsApp, páginas de Facebook, en ferias de intercambio, en marketplaces de Instagram, en catas clandestinas o en charlas apasionadas entre amigos. Este artículo no busca ser un catálogo exhaustivo, sino una postal viva —una mirada a las múltiples caras del coleccionismo en Panamá, desde lo clásico hasta lo emergente. Una forma de celebrar lo que atesoramos y lo que eso dice de quiénes somos.
Coleccionar en la era digital: chats, mercados y vitrinas de Instagram
Aunque la imagen clásica del coleccionista suele asociarse a vitrinas con iluminación tenue y piezas cuidadosamente catalogadas, en Panamá la realidad es mucho más viva y digital. Buena parte del movimiento coleccionista ocurre en grupos de WhatsApp, hilos de Facebook Marketplace y cuentas de Instagram donde la nostalgia, la pasión y el deseo de conseguir “ese item” impulsan comunidades enteras.
Dos pilares fundamentales en la escena local de cartas coleccionables (TCG) son TCG Panamá y TCG Kings (anteriormente Pokémon507). Ambas iniciativas han servido como nodos activos donde convergen jugadores, coleccionistas e incluso aspirantes a competir en torneos regionales. Más allá de ser simples tiendas, organizan eventos, mantienen vivos los intercambios entre usuarios y se han convertido en referentes para quienes buscan desde una carta específica hasta un sobre sellado. En sus grupos de WhatsApp es común ver ventas relámpago, preventas de sets nuevos, intercambios espontáneos y debates sobre el meta competitivo o el estado de conservación de una carta.
Si bien el coleccionismo con fines de inversión —como el grading— aún es incipiente, el deseo por completar master sets o mantener mazos competitivos ha mantenido el mercado de cartas en ebullición, también ese carácter de país de transito en donde muchos idiomas y culturas convergen lo que hace que productos en inglés o japonés a menudo tengan más demanda que sus versiones localizadas en español. Facebook Marketplace, aunque muchas veces informal, tiene un flujo constante de cartas sueltas, sobres y productos sellados de franquicias como Pokémon, One Piece, Digimon, Magic: The Gathering y más. Aquí, lo que se valora no siempre es lo que cuesta más, sino lo que falta para completar la colección.
En cuanto al ecosistema comercial, hay tiendas que se han convertido en verdaderos templos de la cultura pop. En estas se mezclan figuras, manga, cartas y Funkos con un estilo que atrae tanto a otakus como a coleccionistas más generalistas. En eventos como ferias de anime o torneos de TCG, es común encontrar torres de Funkos, vitrinas con cartas de colección y hasta espacios dedicados al intercambio.
El universo Funko, por ejemplo, está bastante presente pero enfocado principalmente en las franquicias más populares del momento: series actuales, películas de culto, personajes de cómics, animes de moda y hasta ídolos del K-pop. No es raro ver estanterías repletas de estos vinilos cabezones tanto en tiendas especializadas como en tiendas por departamento.
Hablando de estas últimas, Arrocha es un caso especial: aunque no suele verse como una tienda de coleccionismo, su inventario refleja con claridad hacia dónde va el mercado. Allí es posible encontrar desde sets de LEGO enfocados en niños (como Friends o Super Mario) hasta líneas más especializadas como Botanicals o sets más avanzados como Technic. En el rubro de muñecas, también han apostado por colecciones más exclusivas: Barbie Signature, con lanzamientos como la serie Día de Muertos, Holiday 2024 o ediciones conmemorativas como el 65 aniversario, lo que muestra que incluso grandes retailers están atentos a lo que puede considerarse valioso o deseable desde el punto de vista del coleccionismo —y de la nostalgia.
Y luego está GeekyDrop, una especie de mini Mercado Libre panameño, donde pequeños vendedores ofrecen desde videojuegos hasta figuras o sneakers, generando un entorno más estructurado para los coleccionistas que buscan seguridad y variedad.
En Panamá, el coleccionismo no es un acto aislado ni elitista. Es colectivo ruidoso, a veces caótico, pero siempre pasional. Y sobre todo, está vivo en lo digital, evolucionando al ritmo de las tendencias globales y las necesidades locales.

El arte emergente y contemporáneo en Panamá: un puente entre lo local y lo internacional
El mercado del arte en Panamá atraviesa una fase de crecimiento sostenido e interesante: aunque aún es reducido en comparación con otras capitales latinoamericanas, cuenta con una escena dinámica que se articula entre artistas emergentes, galerías de trayectoria, casas de subasta y espacios institucionales clave.
En el ámbito más consolidado, artistas como Guillermo Trujillo, Olga Sinclair, Julio Zachrisson, Isabel de Obaldía, Brooke Alfaro, Alfredo Sinclair, Rachelle Mozman y Humberto Calzada han sido referentes tanto a nivel local como internacional. Sus obras han circulado por colecciones privadas, exposiciones institucionales y subastas reconocidas. Este tipo de artistas representan una apuesta más estable dentro del mercado, con precios definidos, un recorrido histórico claro y un público coleccionista ya formado.
También es relevante destacar el legado del artista franco-venezolano Carlos Cruz-Diez, quien, aunque no panameño, dejó una huella significativa en el paisaje urbano y cultural del país. Obras como la Cromoestructura Smithsonian, parte de la reja perimetral del Centro de Investigaciones Earl S. Tupper; la Cromovela en la Cinta Costera, diseñada para resistir el clima y el salitre tropical; y el recubrimiento artístico del edificio Kenex Plaza, son ejemplos de cómo el arte contemporáneo puede integrarse al entorno urbano. En vida y de forma póstuma, Cruz-Diez tuvo múltiples exposiciones en el Museo de Arte Contemporáneo de Panamá (MAC Panamá), y actualmente cuenta con presencia permanente en Marion Art Gallery, así como en otras galerías que ofrecen su obra al mercado local e internacional.
A la par, una nueva generación de creadores ha empezado a abrirse paso mediante redes sociales, exposiciones independientes, colaboraciones interdisciplinarias y la autogestión como modelo de visibilidad. Aunque muchos no cuentan todavía con representación formal, su presencia online les ha permitido conectar directamente con coleccionistas jóvenes interesados en obras únicas, procesos experimentales y estéticas disruptivas.
Panamá también cuenta con espacios que apoyan activamente tanto a artistas establecidos como emergentes. El Museo de Arte Contemporáneo de Panamá (MAC Panamá) es un punto de referencia clave para formar públicos críticos y promover el arte actual. Por otro lado, Arteconsult se ha consolidado como una de las galerías y plataformas más completas del país: ofrece servicios de curaduría, asesorías, avalúos, enmarcados, restauración y una selección curada de obras disponibles para la venta, incluyendo nombres de peso tanto de Panamá como del resto de América Latina.
También destacan espacios como Colina Fine Art Gallery & Auction, que aporta un componente de subasta al ecosistema, y galerías como DiabloRosso o NG Art Gallery, que han apostado por propuestas más contemporáneas, híbridas y conceptuales.
Aun con todo este tejido, el mercado sigue siendo fragmentado y poco sistematizado, lo que representa un reto para nuevos compradores. Hay escasez de plataformas digitales especializadas que permitan explorar, comparar y adquirir arte con facilidad, sobre todo para coleccionistas jóvenes o inversores que no vienen del mundo del arte tradicional. Es aquí donde aparecen oportunidades: conectar artistas con nuevos públicos a través de herramientas digitales, nuevas narrativas y experiencias que inviten a coleccionar no sólo por estatus, sino por conexión, visión y pertenencia.
Whisky en Panamá: tiendas, tesoros y una comunidad que educa
Si hay algo que descubrimos recorriendo las tiendas especializadas en Panamá, es que el whisky no es solo una bebida: es una experiencia, una inversión y, para muchos, un estilo de vida. Y para quienes entienden esto —o están en proceso de hacerlo— existen opciones que combinan variedad, rarezas, educación y hasta comunidad.
Aunque en Panamá el comercio de bebidas alcohólicas suele centrarse en el consumo recreativo, es fascinante ver cómo ciertas tiendas ofrecen un balance entre lo tradicional y lo verdaderamente excepcional. En espacios como Felipe Motta Wine Stores & Deli se puede encontrar desde botellas accesibles como Monkey Shoulder o William Lawson’s hasta joyas como Glenfiddich 26 Years y Macallan 18 Sherry Oak. Pero la sorpresa llegó mientras investigaba este artículo: al revisar la web de Bodega Mi Amiga, me encontré con una selección impactante. No solo tienen disponible la serie completa de The Macallan Edition Series (#1 al #6), sino también botellas de The Macallan 25 Years Sherry Cask y Highland Park 25 Years, junto a una gran variedad que incluye desde Fireball hasta Johnnie Walker Black Label.
Y si eres viajero frecuente, el Attenza Duty Free del Aeropuerto Internacional de Tocumen es parada obligatoria. Panamá es tierra de fans de Johnnie Walker, y eso se refleja en el surtido: desde ediciones especiales como Black Ruby Blended y Triple Cask hasta rarezas como John Walker & Sons King George V están disponibles para quienes buscan algo memorable antes de abordar.
Pero el mundo del whisky en Panamá no termina en las vitrinas. También hay espacios dedicados a compartir conocimiento y cultivar comunidad. Un ejemplo claro es La Sociedad del Whisky, una plataforma apasionada que promueve no solo el consumo consciente, sino también la cultura del whisky a través de clases gratuitas, masterclasses especializadas y el emblemático Whisky Extravaganza: un evento anual que reúne a maestros whiskeros, embajadores de marca y fanáticos de todo el mundo.
Una verdadera puerta de entrada (y evolución) para quienes quieren aprender, coleccionar y disfrutar a fondo.
👉 ¿Te interesa saber más sobre whiskies con potencial de inversión y cómo escoger los mejores en subastas o tiendas especializadas? No te pierdas mi artículo anterior donde exploro este tema a fondo.

Los retos del coleccionista panameño
Coleccionar en Panamá es, muchas veces, una travesía entre la pasión y la paciencia. Mientras en otras partes del mundo los productos de edición limitada, los lanzamientos exclusivos o las experiencias personalizadas están a solo un clic de distancia, o en tu museo más cercano, aquí el camino es más sinuoso.
Uno de los principales desafíos es el acceso restringido a productos de alta gama. Ya sea que se trate de una botella de whisky de edición especial, una pieza artística o de una carta coleccionable difícil de conseguir, la disponibilidad suele ser escasa (por lo general sometido a pedir con antelación, asumiendo los costes de importación de ese único producto especial), cuando llega, lo hace a cuentagotas, por lo que hay muy poca demanda para piezas realmente únicas.
Cuando esos productos llegan, lo hacen con un precio significativamente inflado. Las tasas de importación, seguros, los márgenes del distribuidor y el carácter casi exclusivo de cada pieza hacen que los precios se disparen por encima de lo que pagarías en mercados como Estados Unidos, Europa o incluso Japón. El resultado es una barrera de entrada que muchas veces obliga a elegir entre coleccionar por amor o invertir con cabeza fría.
Por si fuera poco, el mercado secundario en Panamá todavía es joven y, en muchos casos, informal. No existen suficientes plataformas locales con credibilidad o estructuras claras para intercambiar, vender o tasar objetos de colección de manera justa y transparente, no hay acceso directo a tiendas peer to peer como Ebay, el servicio de correo postal es deficiente, por lo que puedes llevarte una mala pasada si pides algo del exterior sino está expresamente marcado como producto frágil. Esto puede llevar a experiencias frustrantes, especialmente para quienes están comenzando o no tienen referencias sólidas de precio, autenticidad o valor a futuro.
A este panorama se suma una falta generalizada de formación especializada. No es raro ver a coleccionistas que compran sin realmente entender lo que están adquiriendo. Por eso iniciativas educativas, comunidades, eventos para charlar en persona… todo tiene sentido en un país en el que está empezando el tema del coleccionismo.
En medio de este contexto desafiante, el coleccionista panameño se forja con carácter. Porque si bien hay obstáculos, también hay un enorme potencial. En cada vitrina bien curada, en cada conversación con otro apasionado, o en cada apuesta bien pensada por una edición limitada, se construye una cultura de coleccionismo que, aunque joven, tiene toda la capacidad de consolidarse con identidad propia.
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